La gran marea verde del 8A dio origen, entre tantas otras cosas, a la colectiva Poetas por el derecho al aborto legal, que hoy reúne a unas 500 poetas de toda Argentina.
por Juana Roggero
“Somos un montón”. Esa frase, que resuena una y otra vez, identifica a una marea verde y gentil que nos abraza con fuerza, muy especialmente desde estos últimos meses de 2018.
Mientras cruzo la calle Corrientes para encontrarme con mi amiga María Gutiérrez, voy saludando y agradeciendo por dentro a cada compañera. Veo cientos de pañuelos, vinchas, rostros maquillados, carteles y dibujos en la piel. Hoy todo lo verde se multiplicó: es 8A, y finalmente vamos a conocer la decisión de la Cámara de Senadores sobre nuestra esperada ley de interrupción voluntaria del embarazo.
“La cosa está complicadísima”, me confiesa María, poeta e integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Estamos en el hotel Bauen esperando a Marina Mariasch, quien nos entrevistará en vivo para Canal Abierto. Hace cinco meses, María me escribió por Whatsapp, a mí y a un par de amigas más, para proponernos hacer una lectura en la calle el día que empezaban las sesiones en el Congreso. Sin sospecharlo, su invitación dio origen a la formación de la colectiva Poetas por el derecho al aborto legal, que hoy reúne a unas 500 poetas de todo el país.
Esa proposición, que originalmente apuntaba a una acción única, derivó en nuestra participación semanal con lecturas de poesía en todos los “martes verdes” que organizó la Campaña para hacer resistencia durante las sesiones en el Congreso. Así fue como nos encontramos nosotras, las poetas, y fuimos muchísimas más de lo que habíamos imaginado. Todas queríamos decir, aportar, colaborar, estar.
Brotó, también, nuestra antología poética: Martes verde, un emprendimiento conjunto que llevaron adelante nueve editoras independientes (Paisanita, Mi gesto pank, El ojo del Mármol, Viajera, Pánico el Pánico, Club Hem, Ediciones Presente, Gog & Magog y Color Pastel). Hoy el libro está haciendo un recorrido que excede cualquier expectativa: de Moreno a Berlín, de Córdoba a México, pasando por miles y miles de rincones poéticos de la ciudad de Buenos Aires.
Lo más importante que germinó, según mi modo de ver, es nuestra multiplicación, que fue posible porque decidimos trascender todas las diferencias de estética, generación o recorrido artístico. Lo hicimos con un objetivo concreto: estar juntas, ser “un montón”. Creamos asambleas, formamos comisiones, dispusimos convocatorias y campañas. Recuerdo que la primera división de tareas la gestionamos durante un partido del Mundial de Fútbol: en los 45 minutos que duró uno de los tiempos y mientras el país resonaba silencio, resolvimos un sinfín de cuestiones prácticas. Nos imperaba la necesidad de hacer, y de estar organizadas. De tirar para el mismo lado de manera horizontal, respetuosa, amorosa. Apostamos, desde el principio, a ese tipo de multiplicación.
Ese miércoles 8 de agosto en la ciudad de Buenos Aires llovió, granizó, hubo vientos muy fuertes, la temperatura bajó. Yo terminé refugiada con dos compañeras en la casa de una de ellas, siguiendo el final del debate por televisión. Compramos comida y pasamos la noche juntas: nos armamos una guarida, y dimos rienda suelta a nuestra secuencia de emociones. Cuando algún senador revelaba, en su discurso, algún atisbo de empatía hacia nosotras y hacia nuestra lucha, nos fanatizábamos con esa persona por un rato. Así de grande era la necesidad de amparo frente a la que nos situaba el Estado, y así de inmensa nuestra hermandad. Descubrimos que ahora teníamos una capacidad nueva, que ya no iba a faltarnos. “Solas nunca más”. Y por eso sentimos que habíamos ganado. Pero también sufrimos la pérdida, no como se siente un fracaso, pero sí como se vive una gran decepción amorosa. Nos habían hecho creer que era posible, habíamos hinchado nuestros corazones esperando una correspondencia. Pero tocaba esperar un poco más. Hacernos más fuertes todavía. Seguir trabajando y haciendo crecer nuestra colectiva.
Hasta que sea ley.
- Facebook: Poetas por el derecho al aborto legal
- Instagram: @poetasporelabortolegal
Juana Roggero nació en Buenos Aires, Argentina, en 1980. Es Licenciada en Ciencias de la Comunicación y Correctora. Realizó talleres de poesía con Romina Freschi y con Osvaldo Bossi. Publicó Bipolaridad (pájarosló editora, 2008), Cromañón (La Propia Cartonera, 2010), Antro (La Parte Maldita, 2014) y Morir delante de papá y mamá (Viajero Insomne Editora, 2016). Junto con Grupo Enjambre, produjo el CD de poemas musicalizados acántaros y el ciclo de poesía ¡…Oh aquellos banquetes avestrúsicos…!. Coordinó JyPy, un ciclo de performances artísticas, junto con Pequi Zervino. Pertenece a la colectiva Poetas por el derecho al aborto legal.