Una reseña del nuevo disco de El Hombrecito, Fin de la transmisión, emitiendo desde Nueva York Chiquito, República Dominicana.
por Juan Rux
Se inicia la transmisión y el pronóstico del servicio meteorológico nacional informa sobre el estado del tiempo. Advierte sobre la llegada del huracán David: “David se coloca al sur de Santo Domingo y se dirige a la península de Barahona, repetimos, David se coloca al sur de Santo Domingo y se dirige a la península de Barahona”. La voz se funde en un punteo celestial que hace bambolear a las nubes como un péndulo y al son de las cuerdas apocalípticas todo se mueve y crece. Así comienza Fin de la transmisión, el nuevo disco de El hombrecito, colectivo multidisciplinario -que los poetas Frank Báez y Homero Pumarol formaron en 2008 en República Dominicana, junto a los destacados músicos Ángel Rosario, Fernando Soriano y Marino Peña- que da formato de banda a un ensamble experimental de voces, instrumentos y lenguajes.
Esta obra sonora y de estilos fusionados es un gran homenaje a la historia de la radio dominicana, un collage de voces, timbres, cortes, jingles y cortinas musicales emulando la transmisión de una programación radial. Y por eso, aunque por separado, incluye tres podcasts de invitados a modo de entrevistas. En uno de ellos Luis Segura, precursor de la bachata, recuerda los orígenes, la difusión y la circulación de ese ritmo por el año 1972. En otro María Cristina Camilo, la primera locutora graduada y actriz dominicana, cuenta anécdotas de sus comienzos durante las décadas de los años 40 y 60, sobre las escuelas de locución y sobre los radioteatros que luego pasaron a transmitirse por televisión. Y en un último y tercer podcast con Teo Veras, el reconocido locutor narra la historia de la música dominicana desde sus influencias mexicanas y argentinas; y también cuenta cómo en los años 70 esa música se impuso a la música norteamericana. Pero más allá de los podcasts y las entrevistas a invitados, en este nuevo disco de El hombrecito hay un intento cada vez mayor de buscar la canción en lugar de quedarse en la musicalización de los poemas recitados como en sus discos anteriores: Llegó el hombrecito (2009) y La última vuelta (2012).
Modulaciones y sonidos estirados, versos distorsionados y cortes de guitarras iluminan la noche en el desierto de lo que se pierde y de lo que queda. A base de ritmos latinos, pero siempre en fusión con el classic rock, algunos toques de heavy metal, el rock sinfónico, la film music, el bebop y el pop; Fin de la transmisión da rienda suelta a la experimentación del poema cantado y a la musicalidad del lenguaje. Estridencias, superposiciones, coros de voces tribales, ecos y repeticiones, alteraciones y variaciones, timbres de todo tipo, acompañan los precisos arreglos exquisitamente melódicos de vientos y brasses rítmicos. La calle, el mercado, la mujer, los poetas, el día a día del inmigrante latino y la vida sin fronteras es el recorrido temático que se despliega en el paisaje sonoro creado a partir de la potencia que se propaga con la mezcla de texturas y lenguajes.
Y en medio de todas las catástrofes naturales, huracanes, inundaciones y tifones, “aquí es ahora” y “el tiempo vuela”; así proclama la primera canción: “cada instante se torna olvido y nada permanece” ni las musas, ni las tribus de poetas, ni las remeras de rock compradas en el mercado de pulgas, mientras las sordinas de trompetas vociferan un falso fin del mundo que a nadie importa: “que se joda Iron Maiden, que se jodan Metallica y Megadeth”.
Por momentos las composiciones musicales suenan a algo de música de películas o de las series de tv de los años 70’s y 80’s, pero más del cine y de la fantasía de parecerse a Robert de Niro en Taxi Driver aunque uno se derrita como un muñeco de nieve bajo el sol del caribe.
“Los poemas me dictaron el ritmo” y “halle mi voz entre las otras voces”, con el track “Mi mamá no me bailó” se inicia una seguidilla de pistas cada vez más musicales y de formato canción “buscando la voz en el barro y los astros”. Esta pista, además, hace referencia a los procesos históricos y políticos de República Dominicana y de cómo Santo Domingo se convirtió en Nueva York Chiquito, también se menciona a la familia Vicini, cabeza visible del mayor conglomerado empresarial de República Dominicana, “los haitianos construyeron, los Vicini facturaron, secaron el mar y lo pavimentaron, pregunté por la luna pero ya la habían comprado el mar” dice el poeta. Entre tanto las jevitas perrean como ángeles en la pista y al poeta, los pistoleros le disparan para que baile salsa con la muerte, para que haga el baile de San Vito.
El mayor tono de pop del disco llega con “Manicure y Pedicure”; batería y bajo bien al frente para repetir un estribillo: “manicure, pedicure y masajes gratis / manicure, pedicure y masajes gratis” pero pronto todo se pone de cabeza en “El palacio de la esquizofrenia” donde siempre es hora de irse y nadie sabe quién es. La esperanza se queda desnuda y el café puede convertirse en un recital de poesía; solo es evidente una cosa: todo está de cabeza y los versos crean una atmosfera de bebop marginal donde las sílabas suenan a disparos, pegan en la sangre como borracheras de ron y también como el dolor del dinero que siempre, en cualquiera de sus cantidades o formas, duele.
“Somos las criaturas que dejó Dios antes de irse de vacaciones”, dicen los poetas en una de las últimas pistas y repiten junto a fumadores de crack, ladrones que tratan de tumbar drones, fantasmas que hacen señas para regresar a casa, entre neones y moteles, entre señales, presagios y magias: “están los que se van y los que nunca vuelven” como un mantra.
Para la memoria sonora del país y de toda Latinoamérica, desde ciudad Trujillo hasta Nueva York Chiquito, transmite sin tiempo la otra voz dominicana: Mantenga la sintonía.
Juan Rux nació en La Plata, Argentina, en 1980. Es docente-artista. Desde el 2010 organiza Festín Mutante, ciclo de poesía y narrativa contemporánea con ediciones nacionales e internacionales. Co-productor de Lince, programador de La Experiencia Incompleta – Museo del humor (2018) y de Campamento de Poesía en C. C. Konex (dos ediciones en 2016), en C. C. Recoleta (2017) y Casa de Victoria Ocampo (2018 – 4ta edición). Da clases de Prácticas del Lenguaje en Bachilleratos para Adultos y coordina Talleres de Arte en escuelas secundarias desde 2007. Desde 2014 coordina los encuentros de escritura creativa Volcán Azul en La Plata y CABA. Publicó Popurrí (Eloísa Cartonera, 2016) y las plaquetas de poesía Flashback (2012) y Para merendar con Lagartos (2011) entre otros fanzines; sus escritos forman parte de varias antologías, tanto en papel como en formato digital, de Argentina, Chile, Ecuador, Brasil y España. // También es ilustrador, egresado del Bachillerato de Bellas Artes (UNLP) y músico ocasional, egresado de Emu.