La Gran Nilson, editorial argentina de poesía, acaba de editar Pisagua, de Silvia Castro. Aquí algunos apuntes del proceso de escritura de los poemas.
por Silvia Castro
Comencé a sentir que se me acercaba y daba vueltas a mi alrededor
aquel bisbiseo apretado como un enjambre, hasta que alcancé a distinguir
unas palabras casi vacías de ruido: …
Juan Rulfo. Pedro Páramo
Este libro de poemas comenzó con notas de viaje y fue escrito de a fragmentos, como al dictado. Mirando las fotos, la poeta Alejandra Correa me decía “parece Comala”. Se escucha así. Pisagua fue escrito como escuchando, sin saber muy bien el significado de algunos dictados, algunos persistentes imperativos, algunos elementos arbitrarios que aparecían de la nada, como el vino, por ejemplo. ¿Quién podría pensar en vino en un sitio tan infértil? Varios poemas remiten a la vendimia, al racimo, a la botella estivada, a la bodega. Un ejemplo:
están pisando hombres
beben
porque mantener la boca ocupada
ayuda a callar y da coraje
para amansar la uva
dejar de ser hombre y pasar a ser vino
dejar de ser hombre
y pisar para hacer
Una posible clave de este poema sucedió a posteriori, ya en los días de consultar algunas fuentes para escribir esta crónica, al enterarme de una forma de tortura creada en este campo de concentración: se llamaba “la alfombra roja”, y consistía en colocar acostados a decenas de presos boca abajo, uno junto al otro, para que una compañía de soldados corriera sobre ellos.
El modo imperativo es recurrente, retorna obsesivamente en la serie de poemas, las voces de opresores y oprimidos se confunden, cada tanto reaparece un tono más cercano al comentario. Fue un dejar hacer, un dejar decir, prestarle a esas apariciones la yema de los dedos, apoyarlas en la superficie del teclado como apoyan sus manos los fantasmas sobre un vidrio empañado. El modo imperativo parecía surgir de la premura con la que uno registra lo soñado, porque cambia de forma siempre un paso antes de volverse escritura, como cuando se enfrían los vidrios y ya no queda huella que leer. Nada más mentiroso que la transparencia.
para cazar
agazapar el ojo en la lejanía
el animal no debe detenerse
toda presa aspira a la invisibilidad
responde a cada fuego su pregunta caprichosa
todo preso aspira a la invisibilidad
en el paredón no hay presas ni presos
no hay cacería en la matanza
la ropa de los muertos se cuelga sin agua
sin sudor
Hay un intento de evitar la morbosa de explicitación de la tortura, hay un paso que no quiere ir más allá, y busca el desenfoque pero fracasa en él, como en esas pinturas de Francis Bacon en las que la carne perturba más cuando apenas se la vislumbra. Los poemas no quieren llegar tan lejos, pero algo más fuerte los lleva por delante, se les impone y siempre es misterioso.
salir de los tormentos al precipicio
al aire hecho carne
gravedad y alivio
la astilla está en su lugar
es nido y madriguera
ultraje a cada nervio
implosión de bestia
espesor posado en su único pie
Salvo algunos datos previos, que son los que me llevaron de Iquique a Pisagua, casi toda la información sobre la cotidianidad de presos y carceleros, todos los detalles, los fui conociendo después. Son detalles a los que cuesta animarse. En Chile la creatividad para la tortura rozó límites a los que no da el coraje para acercarse. Yo no creo en los fantasmas, pero les temo a los monstruos.