Algunos poemas de los volúmenes 1 a 5 de Relámpagos, de Jan de Jager.
de Relámpagos vol. 1
Con retacitos de telas
Con retacitos de telas, las mujeres chilenas fabricamos tapices primorosos.
El último que hice es pequeño: al fondo, montañas de tela de sábana celeste, colgadas del cielo con puntadas rojas y rápidas. Arboles como chupetines de menta y mora. En el primer plano, unas muñequitas con pelo de lana y apenas rostro, llevan la pancarta:
“Libertad a los presos políticos”
Las tejas del techo de la iglesia son sugeridas por el pied-de-poule de un calzoncillo viejo que usaba mi marido. La turgencia del campanario remeda aproximadamente una erección matutina.
El micro escolar con ruedas de felpa remonta cubista una calle de gabardina gris topo. Detrás de las casas de sambayón y pistacho, en una quebrada, se esconden delicados muñequitos cadáver: mechones resecos y piel de momia, dientes de relámpago.
Desde arriba, un sol de batón o mañanita flota indiferente, pero con todos los pelos parados.
de Relámpagos vol. 2
La genial pianista sorda
La genial pianista sorda no distinguía la izquierda de la derecha.
Para no confundirse, para evitar extraviarse en la ejecución, llevaba siempre un brazalete en la muñeca izquierda. Un brazalete de esmeraldas engarzadas en oro.
Bastaba que alguien, por error o alevosía, le colocase el brazalete en la muñeca derecha para que ella tocara toda la partitura en espejo,
creando los más rutilantes estallidos de tonos graves
y un sutil apoyo armónico y rítmico de notas aguditas.
Santo remedio:
dos cucharadas de su propia medicina
– A todos estos negadores del Holocausto, habría que llevarlos a Auschwitz.
– ¿Para que vean las cámaras de gas y los hornos de cremación?
– No, para asfixiarlos y cremarlos.
– ¿Pero eso no sería rebajarse al nivel de los nazis y sus negadores?
– Puede ser, pero después sencillamente negaríamos todo.
– Brillante.
de Relámpagos vol. 3
El origen de la poesía
El hombre enciende el fuego a la entrada de la caverna.
Por entre las nubes del oeste se despide el sol del anochecer,
se difunde el aroma de la carne asada.
Unas pocas gotas de lluvia atraviesan verticales
los rayos de luz rojiza que, horizontales, atraviesan el humo.
Los otros olores son de los cueros y de los cuerpos,
de tierra mojada y de madreselvas y de todo lo verde.
La hija de dos años atiza las brasas con un palito,
sacándoles chispas;
el hijo recién nacido toma la teta, adormilado.
La mujer dice
“undr”
que quiere decir maravilla.
Eso.
de Relámpagos vol. 4
Objeto trobado: Bashō involuntario
La Cacciola camino a Carmelo, de madrugada. En el asiento de atrás, una rubia y un gordo bigotudo con dos hijos chicos. El gordo no para de tomar cerveza. Se va quedando, más que dormido, aturdido.
La lancha sale a río abierto, está picado, la proa embiste las olas y adentro se siente como si revolearan bolsas de cemento contra una pared de ladrillos. Para colmo entre ola y ola, la lancha cabecea y da un planazo. Los hijos del gordo se despiertan preocupados, y lo despiertan al padre.
“Papá papá ¿falta mucho?”
“Papá ¿qué pasa?”
El hombre tarda unos segundos en percatarse de la situación, siente los sacudones, se ríe y emite este espontáneo haiku de altísimo voltaje poético:
“es que la lancha
se lleva por delante
los tiburones”
Dos (?) maneras de leer a Heráclito
Escultura mental
Ensamblar, a modo de mosaico tridimensional
todos los trozos, todos los fragmentos, las esquirlas
que quedaron después de que Miguel Ángel
terminara de esculpir el David.
Imaginar el bloque resultante,
todo mármol y grietas y pegamento,
en cuyo centro hay un David de aire.
de Relámpagos vol. 5
Zenón de Elea 3.0
El reglamento de exámenes escritos del Bachillerato Internacional establece que ningún candidato puede abandonar el salón de exámenes antes de transcurrida la primera hora.
Otra regla es la que prohíbe a su vez el egreso del recinto durante los últimos quince minutos del examen.
Algunos exámenes duran una hora, otros una hora y media, otros dos horas, pero he aquí la paradoja: hay exámenes cuya perversa duración establecida es de una hora y quince minutos.
Aporía de Zenón invertida, hay una ventana de tiempo infinitamente pequeña, virtual, entre la primera hora del examen (durante la cual no pueden irse los alumnos), y los últimos quince minutos (durante los cuales tampoco). Durante ese tiempo infinitamente pequeño, los alumnos que han terminado su examen podrían retirarse.
Algún otro podrá decir que esa bisagra, esa juntura entre los primeros sesenta minutos y los últimos quince ni siquiera existe, porque es igual a cero.
Sin embargo, ni a mí ni a ninguno de mis colegas examinadores se nos ha ocurrido jamás adoptar este segundo y estricto punto de vista. A los sesenta minutos de iniciado el examen, un tropel de alumnos que han dado el suyo por terminado, irrefrenablemente se dirige a la puerta de salida, en pos de 15 minutos menos de aburrimiento mortal. Y no se lo impedimos.
, la mafia rusa no come vidrio
Lo que ellos sí tenían era guita. Siempre tuvieron. Después dijeron quebró la farmacia. Una farmacia en Cabildo y qué sé yo, Monroe, Iberá, por ahí, me entendés, no quiebra. El que quiebra en todo caso es el dueño.
Efectivamente. Nunca entenderé una adicción que no involucre substancias o personas, pero bueno, cada cual es cada cual. El fulano apostaba y apostaba, lo que tenía y lo que no tenía. La ruleta qué adicción más aburrida. La única gracia que le encuentro son los colores, y que en cierto modo más que simbolizar, directamente ES la rueda de la fortuna.
En fin, que le debía guita a dios y maría santísima, pero además (lo cual era más grave) a la mafia rusa. Y el tipo se imaginaba, como siempre tuvo la vaca atada, la vaca sagrada de farmacia y además familia con guita, la familia de la mujer, que invariablemente iba a zafar, pero un buen día los rusos lo apretaron MAL y como último recurso le pidió guita al suegro. Llorando. Estamos hablando de cerca de dos palos verdes.
Qué más quiero, se dijo el suegro, no le doy un puto peso, dólar menos. Dos pájaros de un tiro. Me ahorro una ponchada de guita y me saco de encima a esta basura. Tres pájaros: de paso mi hija se sacude al moplo, de forma fácil y expeditiva, qué tanto divorcio. Nos hacen semejante favor.
Sin embargo, la mafia rusa no come vidrio. Les encantaría cortar cuanto antes al farmacéutico en pequeños trozos, dosis homeopáticas, pero prefieren primero cobrar la guita, no son boludos.
Raptan al hijo del gil de marras y se comunican con el abuelo, el arriba mencionado suegro. (imaginar acento ruso: ) No te preocupas por tu nieto, pagas y todo bien. Y a este, al papá de tu nieto, ya que estamos… no te preocupas tampoco, me entiendes, sí, me entiendes.