En la primavera de 2018 Elvira Hernández participó en Bahía Blanca del Festival de Poesía Latinoamericana. Aprovechando un descanso de la actividad, conversamos con ella en la librería La Masmédula.
entrevista de Diego Rosake, Laura Forchetti y Marcelo Díaz / bordados de Paloma Castillo
NAU – En la Biblioteca Rivadavia de Bahía Blanca hablaste de Gabriela Mistral y de lo que “quedó bajo llave” ¿Que es lo que Gabriela Mistral dejó bajo llave?
ELVIRA – Ella murió y todas sus cosas quedaron en manos de Doris Dana que era su compañera y secretaria. Doris en un momento también muere, y entonces su sobrina es quien decide donar todo eso al pueblo de Chile. La Biblioteca Nacional envió funcionarios a buscarlo, y eso recién ahora se está sacando, poco a poco. Cuando se hizo toda esa entrega, en el departamento de la sobrina, fue una mujer que es cineasta, María Elena Wood, y filmó una película llamada Locas Mujeres, con fragmentos filmados ahí, más algunas cosas filmadas por Doris Dana, que al parecer era una mujer que tenía acceso a la tecnología, cuando recién comenzaban a aparecer estas filmadoras. Así que ella registró muchas cosas sobre Gabriela. Hay unas filmaciones en las que está ella sentada en un patio, atrás, revisando sus cosas, después se siente su voz mientras la cámara va hacia otro lado. Doris Dana estuvo permanentemente filmando. Es lo que se sabe por ahora, no hemos tenido mucho acceso a ese material, lo están clasificando. Habrá que ver en qué condiciones está. Esperemos que no caiga la censura sobre eso, ya que hay un comienzo del control de la poeta, de su imagen, y de maestra entregada a los niños…
NAU – Sin embargo en los 80´ se la comenzó a leer desde otro ángulo
ELVIRA – Nosotras iniciamos en los años 80’ una lectura de ella distinta. Verónica Zondek hizo el trabajo de ordenar toda la poesía de Mistral a partir de lo que denominó “la escritura de la poeta”, que un poco hablamos ayer por la tarde de eso, uno escribe y escribe y de repente una editorial te dice “Hagamos un libro!” y ella, claro, según lo que le pudiera interesar al editor, lo que pudiera venderse y no caer bajo la censura, organizaba el material y así salían los libros. En una ocasión vi que hicieron una exposición en la Biblioteca Nacional, y en una vitrina había un poema manuscrito dedicado a la naturaleza, un poema totalmente pagano! Siempre se ha dicho que ella buscó verdades espirituales por muchísimos lados, pero siempre se la buscó llevar hacia la iglesia. Ese poema era realmente distinto, de hecho a la tierra la llamaba “Gea”. Ella tiene una sensorialidad única, pero todo eso la crítica se lo sublimó. Era una mujer con un grado de complejidad mayor, no era una cosa plana, todo lo contrario; incluso sus contradicciones son interesantes, sobre sus búsquedas, sus avances y retrocesos, sus decepciones… un ser humano.
NAU – Mencionaste una conferencia en Montevideo, una conferencia mítica que Mistral comparte con Alfonsina Storni y Juana de Ibarborou, ahí dice que el poeta lleva una viga en su ojo.
ELVIRA – Hay un dicho que tenemos, que lo usamos a menudo, que es “uno ve mucho la paja en el ojo ajeno, pero no ve la viga en el propio…”, y entonces claro, tuve la impresión de que ella hacía un juego, porque esas líneas finales son un poco herméticas, no tienen una nitidez para entenderlas, dicen algo pero al tiempo dicen otra cosa… El poeta está observando con un solo ojo porque con el otro está mirando “hacia otro lado”, como un ojo externo digamos, donde el sentido de la vista está obstruido, por estar mirando algo más.
NAU – Ella en la conferencia dice que al principio quería un lenguaje ”rechinante”, pero estaba buscando algo más calmo, que en esa escritura más calma resonara la lengua del pueblo.
ELVIRA – Para ella la lengua tiene un valor enorme, como institución, así también como un depósito común, porque en la lengua estamos todos. Yo creo que la lengua hoy en día la forman los comunicadores, pero al menos en esa época, ese depósito popular era donde el pueblo estaba.
Ella está constantemente hablando de la lengua criolla, porque le da un valor, y creo que así como encuentra en la Biblia muchas figuras, también encuentra muchas figuras retóricas que están en la lengua, que nosotros percibimos plásticamente, es algo que se valora y que no se ha borrado, que para nuestra generación es importante, ya que el avance de la tecnología ha hecho a la lengua más abstracta, incluso los poemas son más conceptuales, son una cosa más intelectual.
NAU – ¿Qué vínculo tiene tu poesía con esta lengua hablada? Mistral se referenciaba en ella, Parra ni hablar ¿Cuál es tu conexión?
ELVIRA – Bueno, yo siento que me meto en esa zona, donde está ese tesoro de los dichos, me meto de manera inconsciente si se quiere, porque uno cuando escribe no está pensando en lo que va a meter, uno simplemente hace. Por ejemplo, yo no soy hablante de otro idioma. Hace tiempo atrás me preguntaron por qué soy escritora, y respondí “porque no soy hablante!” (risas) Pero realmente, si me preguntan ¿cómo estás? y yo me detengo a pensar en el eje de cada palabra que puedo elegir, y el tiempo de respuesta pasa… El saber una cantidad de palabras, no significa nada, es solo para endulzar.
NAU – En una entrevista hacés una diferencia entre palabras y lenguaje.
ELVIRA – Para mí el lenguaje tiene una extensión mucho más allá de la lingüística. Podemos hablar del lenguaje cinematográfico, del lenguaje fotográfico, de la escritura. Pero yo digo palabras para remitirme a un momento en que “la palabra” antecede a la entrada de la ciencia del lenguaje. Hay una historia muy bonita de Giuseppe Ungaretti, en la que él se pasea con una admiradora, van caminando y pasan por un parque, de repente ella ve unas flores, y cita un verso suyo y él se queda impávido ante eso. Ella esperaba que él hiciera la relación entre la flor y su propio verso, pero él camina impávido, y ella le pregunta “¿Cómo es que usted no se detiene frente a esta flor que ha nombrado en su verso?”, y él responde “¿Ah!, esta es la flor?” Y ella queda como destruida! “Lo que pasa es que los poetas nos enamoramos de las palabras, no de las cosas”. Pareciera que se crea una realidad distinta, y bueno, la relación con esa realidad que está instalada más allá, el lector la arma a su manera, el escrito de otro, hay una comunicación y una relación, que hay que explorar.
NAU – Pensando en todo el movimiento de poesía mapuche que no deja de crecer en Chile, supongo que debe estar teniendo un fuerte efecto sobre la lengua.
ELVIRA – Los mapuches se entrocan con una línea gruesa de la poesía chilena, que es la de Jorge Teillier, que llega hasta los años 60’. Después se produce una situación diferente, por ejemplo con Raúl Zurita, que da una expresión distinta a la poesía chilena. Pero los mapuches toman esa relación con la tierra que tenían los láricos, y adoptan un posicionamiento donde la naturaleza vuelve a estar presente, y lo que va quedando de esta naturaleza explotada, agredida, amenazada, sale todo a través de la poesía mapuche. Y eso está en curso, porque los mapuches están escribiendo no solo en castellano, sino también en mapudungun.
NAU – Tengo a mano un libro de David Aniñir, “Mapurbe”.
ELVIRA – Claro, él toma la lengua poblacional, toma lo mapuche, lo castellano, toma las cosas que le ocurren en la academia y se ríe de eso, “a mí no me cuentan cuentos” dice él. Esos poemas tienen una sonoridad especial..Esa amalgama es muy natural, no hay nada postizo en él. Cómo va mezclando algo que también la lengua lo ha hecho, porque el lenguaje español de Chile tiene ese mestizaje, y David hace hincapié en eso, con un habla que está en la población, y la interviene más todavía.
NAU – Decías ayer que sos de caminar mucho ¿qué relación hay entre la caminata y tu escritura?
ELVIRA – Caminar me permite pensar cosas, y salgo a caminar a donde sea. Lo hago porque me permite eso, salir de otros espacios saturados, también con un ojo obstruído, porque voy pensando, mirando hacia adentro. Siento que ese caminar me moviliza cosas, y eso es algo más o menos común, pasa entre gente que tiene saturada la cabeza, y solo sale a dar vueltas, son caminantes. Yo conocía aquello de que el movimiento de la mano genera ciertas cosas, pero la caminata también. A mí, más que llegar a lugares desconocidos que pudiera meter en un papel, lo que me permite es seguir dándole vuelta a cosas que no sé de dónde vienen. Los psiquiatras dicen que con los primeros cuatro años tiene uno para escribir una novela! (risas)
NAU – Me impacta mucho un poema tuyo en el que decís que las mujeres tejían “de manera subterránea”, como si la literatura viviera en ese tejido subterráneo materno.
ELVIRA – Sí, claro, en ese tejido las relaciones son más íntimas, más familiares, construyen un mundo, van nombrando las cosas de manera distinta, se va emocionalmente entrando en otro tipo de relaciones.
NAU – En “Santiago Waria” hay un tono sereno que está tensionado con la idea de patria, con lo que significa la idea de patria, y también con los ruidos múltiples de la ciudad.
ELVIRA – Sí, claro, tiene su movimiento, es también un movimiento subterráneo, claro que lo es.
NAU – Ese lenguaje íntimo está cargado de un tono político muy fuerte.
ELVIRA – Bueno, cuando sale ese libro tengo que empezar a explicar, porque lo primero que me preguntan es ¿Quién es Santiago Waria? Y bueno, es una palabra mapuche, pero no muchos lo comprenden… Santiago, una ciudad mestiza, es un poco pesado porque lo único que buscamos es ser una ciudad moderna, emparentados con la sociedad europea. Lo escribí en un momento, en que se cumplió una cantidad de años de la fundación de Santiago, en el 91’, 92’…
NAU – Cada poema comienza con una letra distinta del alfabeto, y están ordenados alfabéticamente ¿Cómo llegaste a esa idea?
ELVIRA – Fortuitamente! Como escribo a mano, el primer poema que escribí ahí fue la “F”, lo escribí en un cuaderno, de esos que tienen las hojas muy porosas, me había quedado de algunos años atrás; en un momento tomo eso, ese poema se llama “Fuente Neptuno”, entonces dibujé una F gigante, como letra capital, y escribí. Después, lo segundo fue la “E”, también la dibujé, en eso me bajó una suerte de obsesión, y escribí una cantidad enorme de poemas al hilo, porque me empezó a funcionar como una maquinilla, eso fue lo que me empujó.
Y hace un par de años, escribí una cosa para eso, que se llama “Santiago Rabia”.
NAU – Se suele decir que América Latina existe más en la literatura que en el día a día del continente ¿cuál creés que es la relación entre las realidades nacionales/continentales y la literatura?
ELVIRA – Creo que lo que uno sabe de los países, lo sabe mucho por las cosas literarias, se figura un tiempo, un espacio. Yo, en un momento, cuando hice un viaje a Alemania, me encuentro sorpresivamente ante un río, y me dicen “ése es el Rhin” y no lo podía creer, porque mi imaginación me daba otra cosa! Casi como que no dan ganas de confrontar con la realidad (risas) Pero bueno, si uno tiene una idea de América, es gracias a los escritores, que proporcionan cosas que uno puede sentirlas, olerlas, de las personas que han caminado por ahí; se refleja un tiempo de manera muy concreta.
Elvira Hernández -seudónimo de María Teresa Adriasola- nació en Lebu, Chile, en 1951. Poeta, ensayista y crítica literaria, una de las voces más importantes actualmente de la poesía chilena. Ha publicado ¡Arre! Halley ¡Arre! (1986), Meditaciones físicas por un hombre que se fue (1987), Carta de Viaje (1989) , La bandera de Chile (1991) , El orden de los días (1991) ; Santiago Waria (1992) y Álbum de Valparaíso (2003) . En paralelo a su obra poética, Elvira Hernández ha desarrollado una considerable labor crítica, generalmente firmada con su nombre real. Como Teresa Adriasola editó en conjunto con Verónica Zondek la muestra poética Cartas al azar (1990) y escribió junto a la poeta Soledad Fariña el trabajo Merodeos en torno a la obra poética de Juan Luis Martínez, recopilación de artículos críticos y ensayos sobre la obra del autor de La nueva novela. Ha recibido, entre otros, el Premio a la trayectoria en el Festival de Poesía La Chascona,2017; el Premio Nacional de Poesía Jorge Teillier, 2018; el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, 2018.
Diego Rosake nació en Bahía Blanca, Argentina, en 1979. Docente, editor y librero. Publicó varios libros de poesía de los cuales solo reconoce Luna en bicicleta (2014, 2018). Participó en las antologías Más vale cinco volando (Ediciones de la calle), Rizoma (Rizoma editora) y Tropa voluntaria (Vox/lux), entre otras. Lleva adelante la editorial autogestionada HD ediciones.
Laura Forchetti nació en 1964 en Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, Argentina. Coordina talleres literarios para niños y adultos en su ciudad y la zona. Forma parte de la colectiva feminista Y que los platos los lave otro, creada con un grupo de amigas en el año 2005.
Publicó Pájaros o reinas, 2017; Libro de horas, 2017 – Primer Premio en poesía del Fondo Nacional de las Artes, 2016; Donde nace la noche, 2015, VII Premio Internacional de Poesía Infantil Ciudad de Orihuela, España, 2014; Temprano en el aire, 2012; Cartas a la mosca, 2010 y Cerca de la acacia,2007.
Junto con la artista plástica Graciela San Román publicó Oración a la madre del Dulcísimo Corazón, 2019 y Un objeto pequeño, 2010.
Participó de las antologías Poetas Argentinas 1961-1980, Editorial del Dock 2007 y 23 chichos bahienses, Editorial Vox, 2005.
Paloma Castillo nació en Antofagasta, Chile, en 1965. Artista textil y diseñadora editorial. Licenciada en Artes Visuales por el Instituto ARCIS de Santiago. En sus inicios se desarrolló como diseñadora, integrando los equipos editoriales de los periódicos Fortín Mapocho, La Nación, Estrategia y Diario Financiero, entre otros, y de las editoriales Metales Pesados, ARCIS y LOM. Como artista visual, trabaja en el textil, especializándose en el bordado, tratando temas como política, tecnología, mito y modernidad. Ha expuesto de forma individual y colectiva desde 2013, en espacios como Galería de Arte Posada del Corregidor, Isabel Croxatto Galería, Espacio O y Galería PANAM en Santiago; y Galerie Des Petits Carreaux y Art Paris 2019 en Francia. Vive y trabaja en Santiago.